Hace aproximadamente un par de semanas, emitieron por nuestros tradicionales canales de televisión (canales que salen al improvisar la vieja rejilla del abanico), la noticia de que en el mundial que se celebra en Berlín Alemania, una atleta tiene una peculiar particularidad: no se sabe a ciencia cierta su género.
Alrededor de la sudafricana Caster Senmeya de 18 años, se han tejido una serie de rumores y especulaciones en torno a su sexualidad. Muchos de los tabloides dan por sentado que la ganadora del oro en los 800 metros en el mundial de atletismo es hermafrodita; no sólo por su aspecto, aunque la niñita nos recuerda mucho a la polémica boxeadora panameña Ana Pascal, la cual paso por una serie de pruebas para demostrar que era una mujer, sino porque hay serias acusaciones en las que se asegura que su entrenador manipulo sus niveles de testosterona.
De acuerdo con la versión de algunos medios, su entrenador trabajó en Sudáfrica y mantenía buenos contactos allí, por eso los test de asignación de sexo a que se somete actualmente a Semenya son innecesarios.
Este par de polémicas – hablando del caso Pascal -, trae a colación una reflexión que con anterioridad Calleshortbus se venia planteando y es la de:
¿Es necesario que se les limite el espacio a los de condición sexual Intersexo (Hermafroditas) y que se les obligue a adoptar y amoldar su identidad según alguno de sus dos tipos de genitales?
Y peor aun
¿Es necesario crear guetos de exclusión para estas personas?
Por ahora dejamos la reflexión hasta este punto, esperamos sus comentarios y próximamente estaremos montando un texto con nuestras conclusiones.
